lunes, 29 de abril de 2013

La ciudad que sonríe


En el Cádiz de Teófila Martínez, la de los papeles de Bárcenas y la de la represión constante, la del record de parados pero los árboles bonitos, las plazas limpias y los jóvenes exiliados, una vez, hace tiempo, se adoptó este slogan como el que adopta a un niño que no quiere. La ciudad que sonríe en lugar de La ciudad de la que se descojonan, un claim tan inocuo como embustero. Porque como dice mi amigo Loren lo que hace a los gaditanos únicos es la malaje y no la simpatía, pero es necesario exportar nuestra fama de fofitos por todo el mundo. Así se nos olvida que en otra época luchamos contra la injusticias y contra nuestro sino. Ahora hacemos reír con un carnaval de mierda que casi no conserva nada esencial ni necesario. Además, que coño, es mentira. La ciudad que sonríe es Austin, bien grande y por todas partes. En el autobús, en la calle, en los restaurantes. La gente te aborda desde el principio desde la bonhomía y luego ya te preguntan de dónde vienes y por qué y hasta cuando. A Austin sí se le podría llamar así: La ciudad que sonríe. Aunque también se le podría poner La ciudad que habla sola porque el número de locos que andan sueltos y a su ritmo es realmente alto. Quizá sea por ser el reducto liberal del estado tejano o quiza porque yo no tengo coche y tengo que ir en autobús a horas extrañas, pero es que estoy viendo grandes personajes y sin necesidad de que obre el levante de mi pueblo. Austin sonríe todo el rato y yo voy con grandes vasos de cartón de café para poder aguantar el ritmo de su carcajada

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